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“Roberto Bolaño, salvaje”, por Ezequiel Tujague

Quedé conmovido. Gratamente.

¿Quién era esa profesora que le había hecho leer a mi hijo ese cuento de Roberto Bolaño, llamado “El Gaucho insufrible”? 

Tomas se había llevado unas nueve materias de cuarto año en la secundaria, pero, sin embargo, verlo leer a Bolaño generaba en mí la total alegría interna, que, con voz triunfal, gritaba un gol del chileno. Un golazo literario. Lo que no había podido cometer yo, lo lograba la escuela y esa “profe”. No importaba si también tuviera que leer la Biblia o un pasaje de ella; ahí estaba Bolaño para contrarrestar fuerzas.

Aquí estamos nosotros para referirnos, un poco, a propósito de esta lectura, sobre la prosa de este escritor que merece ser leído por todas y todos. 

“El Gaucho insufrible” se escribe bajo el manto de la mirada e influencia borgeana. Hay un guiño allí y una cita al cuento “Sur” del clásico argentino. También hay escenas que parecen sacadas de un cuento de Antonio Di Benedetto. Autores leídos y celebrados por Bolaño. Porque Bolaño ha leído muchísimo y ha escrito también, y contrajo amistades basadas en esa pasión. 

Pereda, el abogado protagonista de la historia, reconoce a Borges y a su hijo como los referentes importantes de la literatura; lo demás es agregado según el letrado. 

Bolaño se mete en la Historia Argentina con esta narración. La historia literaria y lo urgente de lo acontecido en 2001. Es increíble la sabiduría para dar imágenes de esos momentos, las voces justas en medio de la debacle. La ciudad prendida fuego, algo que Pereda ya veía venir, “Buenos Aires se hunde”. Y un poco se reía de esto. Un hombre jubilado con un buen pasar que había sido juez y había logrado hacer carrera y ganar unos buenos pesos; un hombre solo, con dos hijos ya mayores con caminos desandados; un hombre que decide irse al campo. A la estancia. Como tantas otras y otros que en aquellos años deciden probar suerte en el extranjero. Irse.

Y otros que seguimos peleándola. O que recién empezábamos a hacerlo. En la gran ciudad. Porque había muchas y muchos que también dejábamos los pueblos del interior y llegábamos a Capital Federal u otras ciudades grandes del país. Ese camino del pueblo a la city. Esa migración interna. 

Escribo estas líneas para agradecer y para contagiar Bolaño Salvaje. No hay otro fundamento que festejar su lectura. ¿Hay en estas líneas creación? ¿Qué diría Roberto? Ojalá un pulgar arriba. Ojalá, la invitación a tomar un café con leche y medialunas. 

Tengo presente sus observaciones para buscar que esto no sea reproducción. 

Bolaño viajó por todos lados. Fue un detective salvaje. Un poeta salvaje que amaba los libros. Bolaño fue Pereda en varias ocasiones, Bolaño fue internacional antes de cualquier éxito de ventas de sus novelas. Se fue de Chile, estuvo mucho en México y luego mucho en Barcelona. No sé cuánto estuvo en Buenos Aires, pero toda la literatura Argentina y la Latinoamericana fueron leída por Roberto. Por eso caben en él.

En el gaucho insufrible está la relación ciudad-campo. Campo y ciudad. Y el destierro. Está Martín Fierro. Está la pampa eterna. El tren que llega y une. Y que un día no llegará más. Con ese centro que se incendia. Ese centro que seguirá estando. El centro, la ciudad donde atiende Dios y más allá de la General Paz. El interior. Lo regional. Las provincias unidas.

Se incendia el Estado nacional y sus instituciones. Pasan los presidentes en cuestión de días. El sistema podrido que intenta sobrevivir. En escasos párrafos, Bolaño radiografía ese escenario y sale sin empantanarse. Sale y se va. Se va a una estancia. En ese desplazamiento cuenta la Historia Argentina. 

“Que les llueva finito”, parece decirles el protagonista en ese abandono, en esa mudanza; “que les llueva finito”, se dice en el interior de la provincia. “Que les garue finito”, decimos nosotros. Pereda deja los cafés de la emblemática avenida Corrientes para meterse en las pulperías atestadas de gauchos y guitarras afinándose todo el tiempo. Pereda se mete en otro tiempo. Su viaje es a la pampa eterna.

De juez a gaucho de cuchillos. Las tertulias ahora tienen su voz y sus memorias como protagonistas ante gauchos silenciosos que escuchan a veces desinteresadamente, a veces con momentos de máxima atención. Y tensión. Porque Pereda tensa ciertas ocasiones, en las que arremete contra la pasividad provinciana.

¿Y las vaquitas? Nada. Pura austeridad en la Argentina toda. Puros conejos nomás. Nada de vacas; pocos caballos. Y unos conejos como elementos surrealistas en un paisaje de pampa despojado de su insignia principal: lo vacuno.

Una Argentina con circulación de distintas monedas. Con la inestabilidad que es haber tocado fondo. Estallido social, con partidos políticos desprestigiados y el grito: “Que se vayan todos”. Y todas.

Bolaño hizo de la experiencia del tiempo algo gozoso. Él mismo así lo dice. Y de la literatura, el virus a contagiar. Su viaje. Una apuesta existencial. Su apuesta. 

“Unas ganas feroces de que todo sea literatura y que la tinta sea igual de importante que la sangre”, dice el escritor y su amigo Rodrigo Fresán en una nota. A él está dedicado el “Gaucho insufrible”. Para Fresán, como para tantos, Bolaño fue y será el hermano mayor, el tipo a mirar. A leer. Bolaño, dice Fresán, escribió sin fronteras, sin red y sin pausa.

Escribió hasta el absurdo final. Y leyó muchísimo a todos. Escribió siempre tratando de no copiar. De escribir lo nuevo. Con potencia, con mil voces al interior del texto. Desde todas las fronteras de lo universal del ser a punto de extinguirse.

La vida puesta en la escritura. Muere en ascenso con mucho por escribir. Con un notable aumento del reconocimiento internacional. Se va un lunes 14 de julio; ese día yo festejé mi cumpleaños con escasos meses de empezar a ser padre de Tomas. Año 2003: se va Roberto, pero nacen nuevos lectores.

Roberto Bolaño.

Siempre. 

La profesora se llama Daiana Traverso. Y le escribí para que me cuente de qué va Bolaño en la secundaria. Dice Diana:

“Ese protagonista hace también esta especie de recorrido del camino del héroe que nosotros venimos analizando. La figura del héroe, el rol del héroe, que, a lo largo de toda la historia, va modificándose, va cambiando. Pero hay algunas cosas que se mantienen. Mi idea es que lleguemos a fin de año y que ellos descubran que de alguna manera todos somos, en cierto punto, en cierto momento, de alguna manera, todos somos héroes para alguien y todos podemos serlo. 

Ese viaje que, en la mitología, en la Edad Media o en la épica, era un viaje físico, real. El héroe realmente se trasladaba, realmente luchaba. En la Edad Media eran los Moros, el gaucho era obligado a luchar contra los indios, y también, de alguna manera, contra ese gobierno. Porque lo vemos ahí en el ‘Martín Fierro’. Aparecen enemigos físicos reales.

En la Antigüedad, quizás eran dragones o seres sobrenaturales, pero había un enemigo externo. Con el paso del tiempo vamos viendo que esa especie de viaje que el héroe realiza y todos esos enfrentamientos, se vuelven una especie de viaje interior, y que cada uno, en el recorrido de nuestra existencia, en nuestro paso por el mundo, hace un poco este viaje. En el que superamos pruebas, nos enfrentamos a enemigos y hay una especie de cambio, de crecimiento, de madurez. Eso intentamos:  conducirlos a que ellos lleguen, pensando, reflexionando y relacionando todas las lecturas que vamos haciendo, porque cada cual tiene sus propias luchas internas, sus propios enemigos internos. Entonces, los animamos a sentirse héroes, a ser capaces, a que no necesitamos capa y espadas para ser héroes.

Bolaño es complejo. Por ahí hay muchas cosas que a ellos se les escapan en ese texto, muchísimas metáforas. Entonces es otro ejercicio muy importante: rescatar la figura de la metáfora. Que el adolescente sea capaz de leer más allá. Que no se quede con la lectura literal. Por ejemplo, está hablando de conejos, pero ¿realmente habla de conejos? ¿Realmente está queriendo decir eso? No. Nos damos cuenta de que hay algo más. Todo el tiempo los insto a eso: a poder leer más allá del sentido literal de los textos. Las interpretaciones que ellos hagan de las metáforas, quizás no son las más adecuadas. De repente tiene toda esta carga política y hay metáforas que se refieren a cuestiones políticas e históricas que, a ellos, de repente, se les escapan porque no las conocen, porque no tienen noción. Yo trato de no ser tan incidente ahí y simplemente dejo el sentido que ellos le den, que ellos encuentren, mientras puedan llenarlo con algo y argumentar desde algún lugar. Hay chicos que son más osados, que investigan, buscan y encuentran, y se maravillan de eso. Se contagian entre ellos cuando uno ve que el otro investigó, leyó, indagó y encontró algo diferente. Entonces, se entusiasman, y eso es fascinante”.

Daiana aquí nos cuenta, además de su trabajo con el texto, el laburo particular en 4° año de secundaria y qué les pasa a lxs estudiantes con eso. 

“Es un texto que está plagado de cosas. Tiene muchísimo. La cuestión de los estereotipos. Reflexionar sobre las relaciones sociales, el amor… Es una lectura grupal y lo vamos leyendo y lo vamos analizando juntos, entre todos.

Se trata de darles el espacio para eso, para que se animen a cuestionar la lectura, a preguntarse qué estamos leyendo, qué quiere decir, qué me está diciendo, cómo lo relacionan con lo que pasa. Hay muchas cosas para ver: el tema político, sus hijos en el exterior y el progreso, que dan lugar al debate, a que ellos puedan empezar a preguntarse por qué; ver cuál es el viaje que él hace, cuál es la transformación del pasado de Argentina; el tema del peronismo es inevitable que salga. Suele haber pequeñas semillitas, pequeños gérmenes que son capaces de detectar y se arman largos debates. Fascinantes”, dice Daiana. 

Debates de pibas y pibes que ahora saben que existe o existió en Chile un tremendo escritor. Un tipo que hizo de su vida un intenso viaje literario. 

Cuando vi a mi hijo con esas fotocopias, mi mueca de alegría fue imborrable. Una semillita en el desierto adolescente. Leer es sembrar nuestra mente. Sin duda. 

Y Bolaño es un ser en el cual es necesario detenerse. Que vale la pena abordar. 

Toda su obra. Y su poesía, que fue reuniendo desde mediados de los años ochenta, desde su llegada a España en el 77. “Creo que en la formación de todo escritor hay una universidad desconocida que guía sus pasos, la cual, evidentemente, no tiene sede fija, es una universidad móvil, pero común a todos”, dice Bolaño.

Ahí estamos lxs lectores en guías y señas interminables de lecturas que serán eternas. 

“Ahora tu cuerpo es sacudido por

pesadillas. Ya no eres

el mismo: el que amó,

el que se arriesgó.

Ya no eres el mismo, aunque

tal vez mañana todo se desvanezca 

como un mal sueño y empieces 

de nuevo. Tal vez,

mañana empieces de nuevo.

Y el sudor, el frío,

los detectives erráticos,

sean como un sueño.

No te desanimes.

Ahora tiemblas, pero tal vez

mañana todo empiece de nuevo”.

Ya no somos los mismos. Empecemos de nuevo. Una y otra vez.

Compartimos aquí una charla en una feria del libro en Santiago de Chile. En un ciclo maravilloso, “La belleza de pensar”.

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