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Sobre Borges Poeta, una mirada desde Junín, porque en el noroeste hay poesías y ganas de entonarlas y tocarlas

Borges Poeta.

 

“Borges convoca. Es así, mis queridos”. Nos dice el querido conocido nuestro, Andrés Russo. Explicando en esa síntesis la convocatoria de unas entre cuarenta y cincuenta personas ahí reunidas para escuchar sobre la poesía de Borges.

 

Ahí es “Gea Libros”, un espacio de venta de libros variados que, además, ofrece un lugar para charlas y encuentros, como centro cultural, llamado “Lugares Comunes” (tan necesarios), en ese primer piso por escalera de mármol añejo y mosaicos que dan un clima de otra época, situado, exactamente, en la calle Rivadavia al 442, de la localidad de Junín, Buenos Aires.

 

“Si estás en bancarrota metele Borges nomás”, dice Andrés con su estilo filoso y humor picante y sabio. Distendido.

 

Orador sapiente de literaturas varias, un hombre estudioso y escritor que ama los libros y que nos convida su placer y goce por las obras literarias.

 

Por eso, nosotros estamos acá, para escucharlo. Más allá de Borges. Porque lo conocemos a Andrés y ya lo hemos escuchado hablando de Art y la ciudad; lo escuchamos en sus acertadas columnas de la “Furia del libro”, en la que diserta sobre diversos autores; lo abrazamos en Lincoln con la presentación de su libro “El Paseante”; o cuando dio una gran charla acerca de la ESI para centenares de personas en Lincoln; más allá de Borges; porque hoy la propuesta viene con la guitarra de Juan Curilen, nuestro también querido “Juan del Sur”, con su cándida guitarra acústica. Por eso estamos acá, y porque nos gusta el intercambio de lecturas, nos atrae encontramos con amigos y amigas poetas y escritores de Junín y la zona. Porque nos amontona el viento y nos junta la literatura.

 

De principio, la voz de Borges, narrando, recitando “Fundación mítica de Buenos Aires”.

 

Es como tenerlo acá cerca al poeta, de invitado de lujo; es como traerlo del más allá haciendo sonar su poesía eterna, en este primer piso de Junín.

 

Y nos cuenta Russo que Borges, en los años 70, metió mucha mano a esos primeros poemas, a toda su poesía del ’20: la recortó y la modificó. ¿Por qué? Por su exigencia, porque no le gustaba. Volvía sobre eso y cortaba, editaba, volvía a corregir. Modificaba los textos. Los corregía o variaba hasta encontrarle el punto justo.

 

Sentía a algunos de ellos como ajenos, escritos por otro Borges, otro que no es él, sino otra persona.

 

Así sentía Borges a sus primeras publicaciones. Ajenas. Por eso volvió sobre ellas para trastocarlas. Para reescribirlas. Escribirlas arriba de lo ya escrito.

 

Le pregunto a Russo si él haría eso con sus escritos y, riéndose, contesta con un rotundo “no, no…”.

 

“Yo estoy pensando en lo próximo, en el futuro escrito, en futuros libros y proyectos varios. No me detengo en lo que ya está”, dice Andrés.

 

En lo que viene. Lo que pasó ya está. En eso piensa Russo, mientras no para de hacer, de preparar charlas y disertaciones; no para de leer. Porque su tiempo está hecho de lecturas. Y de escritura. Y de los cruces que de allí emergen. Que él hace emerger.

Pasaron dos libros y muchas columnas y escritos caseros. “Privilegios de un Moribundo” y “El Pasante”. Dos libros que ponen a la literatura como la forma de resistir a un mundo que, para Russo, es incomprensible.

 

Dos libros que pueden buscarse en la Biblioteca Popular Municipal “Domingo Faustino Sarmiento” de nuestra ciudad.

 

Advierte Ruso: “Un buen criterio para intuir que el final de la escritura de un libro se ha producido es el tedio ante los incesantes borradores que ya no quieren (o no pueden) ser corregidos”. Dice: “Privilegios de un Moribundo reclama fuego o imprenta”.

 

Por eso, desde acá, agradecemos ese destino de imprenta que hoy nos permite leerlo.

 

“Privilegios” se lee de a sorbos. Bocaditos de pura filosofía, poesía y humanidad profunda y existencial. Con las pulsiones de la muerte permanente, con “la esperanza, el desencanto, la vana confianza y la desmesurada traición son las pobres formas con la que juzgamos la realidad fragmentada entre lo posible y lo imposible”. Contundente.

 

Pero, hoy, es Borges poeta.

 

Y es la guitarra de Juan Curilen. Esa guitarra que hoy suena limpia en su criolles, que se enlaza en búsquedas que reescriben los recitados de Andrés. Desde las cuerdas, él también reescribe emociones en melodías. Que detallan la justa emoción. Le pone música justa al instante poético. Un enlace que es el combo musical que esta dupla articula para saborear a Borges.

 

Ambos se conocieron en la presentación de “El Paseante” en el Mubal de Lincoln, ambos son Russo y Curilen, y quedaron en hacer algo juntos nuevamente.

 

Acá están. El azar ha sido vanidoso, dice Andrés, y Juan, en su inocencia, ha sido generoso para que esto ocurriera. Y nosotros creemos que ambos tienen con qué hacer poesía.

 

Ocurre la poesía.

 

“Un trabajo modesto y exiguo”, asevera el escritor anfitrión, quien nos propone un recorrido por unas selectas poesías que recomienda y que lee.

 

Acá, lo fundamental. La puesta en acción de esas poesías. La interpretación de cada soneto, de cada milonga, de cada palabra puesta en oralidad.

 

Con momentos de muchísima intimidad, como cuando lee una carta de Borges a su madre. Estremece. Conmueve. La lectura de Andrés es brillante, a la altura de lo que demanda ese texto. Momento solemne.

 

Muchos momentos así. Guitarreados. Poesía y luego el cierre profundo y melódico que todo lo envuelve y condensa, arrancando un sorpresivo aplauso del público presente.

 

Armonías en poesía.

 

“Estamos en los años 20, con esas poesías que Borges intenta escamotear”, afirma Russo.

 

Con las influencias de poeta que Russo trae a cuento, como Pablo Neruda, Octavio Paz y Walt Whitman. Entre tantos otros, en “La Divina Comedia”, de Dante Alighieri. Que leyó en la edición bilingüe ítalo-inglesa.

 

“Algunos se jactan de lo que han escrito, otros de lo que han leído”.

 

Leemos porque no podemos vivir sin el libro. No se nos ocurre la vida sin lecturas; sería inexistente un mundo sin literatura.

 

“El mundo está hecho para terminar en un libro”, dice Russo, que cita a Stéphane Mallarmé. Y que, para Borges, también sería imposible un mundo sin literatura. Aunque, Andrés Russo aclare que, para él, el mundo es mucho más que literatura. Que no empieza ni se agota en ella, ¡por suerte!

 

Discurrimos en conceptos e ideas y acotaciones pertinentes.

 

Entre citas y poesías y guitarras del sur. Pasan los poemas. Y los sutiles acompañamientos de Juan sobre la poesía vivaz que entona Russo.

 

 

Me voy. Nos vamos a Lincoln con la certeza de esa combinación bellísima y perfecta de la poesía y de la música.

 

Personalmente, me voy confirmando lo que arrastro desde hace tiempo. De los recitados que resuenan lejos en aquellos primeros bares y noches de errancia. Que perduran. Con otro semblante.

 

En intervenciones a lo Symms, a lo Lemebel, a lo “Prosa plebeya” de Néstor Perlongher, a Susy Shock y a las miles y millones de mujeres y hombres que entonan la palabra para compartir la vida que, sin ser dicha, se vacía en vulgaridades mundanas. Y nos aleja de nosotros mismos.

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