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Novela “Cometierra”, de Dolores Reyes: recomendado por Elisa Vicondo

El libro sobre el que habla una de nuestra columnista es, según su mirada, “una estocada profunda de 53 capítulos”, los cuales no tienen título, pues “no los necesitan”; “se encadenan, cual grumos de tierra para sostener la historia”, sentencia Vicondo. Pase y lea.

Hay libros que nos llegan, que nos identifican, que nos interpelan, que nos ponen en el llano deseo de hablar de él, de su contenido, de lo que intenta decir, o dice, de lo que nos ha conmovido y tenemos la necesidad de trasladar, de convidar, de hacer trascender por el valor que creemos tiene.

En este caso, una de nuestras columnistas, Elisa Vicondo, cuenta qué le pasó al leer “Cometierra”, de Dolores Reyes, libro en formato novela al que cataloga como conmovedor, de 53 capítulos que “son una estocada profunda”, 53 capítulos que no tienen título, y que, según Elisa, “no los necesitan”, pues “se encadenan, cual grumos de tierra para sostener la historia”, según sostiene nuestra columnista.

Dejamos desde Corazón Amateur que sea Vicondo la que cuente, con su estilo, con su conmoción, con su pasión, esta obra. Sobre la que habla con sensibilidad y profundo interés, impactos emocionales indispensables para poder hablar de un libro, y más del que se menciona a continuación.

“COMOTIERRA”, DE DOLORES REYES, POR ELISA VICONDO

Los muertos no ranchan donde los vivos. Tenés que entender.

– No me importa. Mamá se guarda acá, en mi casa, en la tierra.

– Aflojá de una vez, todos te esperan.

Si no me escuchan, trago tierra.

Así comienza “Cometierra”, de la Editorial “Sigilo”, publicada en el 2019.  Es la primera y conmovedora novela de Dolores Reyes, la cual cuenta con 173 página; es de fácil lectura. Sus capítulos son breves, directos. Son 53 estocadas profundas. No tienen título; no lo necesitan. Se encadenan, cual grumos de tierra para sostener la historia.

Narrada en primera persona, “Cometierra” es la historia de una joven vidente a la que recurren vecinos desesperados. Se trata de un ser que tiene la capacidad de darles respuesta a los que la consultan y su don la acompaña desde chiquita, desde cuando ella misma era una nena desesperada por la brutal ausencia de su madre.

A Dolores Reyes se le apareció “Cometierra” en mitad de un taller literario. En una entrevista, la autora refiere: “Tenía los ojos cerrados mientras escuchaba un texto de mi compañero, Marcelo Carnero, que terminó con “tierra de cementerio”. Ahí la vi. Muy chica, muy flaca, con el pelo largo del color de la tierra. La vi agacharse en un cementerio, agarrar tierra y empezar a comer”.

En este gesto minúsculo, mecánico, está la clave de toda la historia.

Nos zambullimos en el texto: “Cierro los ojos para apoyar las manos sobre la tierra que acaba de taparte, mamá, y se me hace de noche. Cierro los puños, atrapo y la llevo a la boca. La fuerza de la tierra que te devora es oscura y tiene el gusto del tronco de un árbol. Me gusta, me muestra, me hace ver”.  Ese “ver” significa en “Cometierra” ser transportada a lugares tenebrosos, esos espacios en las que cientos de mujeres desaparecidas están atrapadas, mientras sus familias las buscan con desesperación.

No es casual que el libro esté dedicado a la memoria de Melina Romero y Araceli Ramos, víctimas de femicidio. Estas dos jóvenes eran vecinas de Dolores Reyes. Melina Romero, el 24 de agosto de 2014, cuando cumplía 17, desapareció de un boliche del partido de San Martín y su cuerpo fue encontrado un mes después en un predio cercano al Ceamse de José León Suárez. Un solo imputado y condenado, Fernández, con 13 años de prisión. La madre sigue reclamando justicia, dado que hay más gente involucrada. Araceli Ramos, de 19 años, desapareció el lunes 30 de setiembre de 2013, cuando iba a una supuesta entrevista de trabajo a una casa de la calle Puán al 3.700 de Caseros (partido de Tres de Febrero), que pertenecía a Aída Amoroso, de 82 años. El cuerpo de Araceli fue encontrado 12 días después en el cruce de la avenida General Paz y Crovara. El ex prefecto Walter Vinader fue condenado a prisión perpetua por el homicidio de la joven.

“Cometierra” se alimenta de estas historias, de muertes injustas, impunes, de sangre joven que ya es polvo oscuro en su boca.

Dolores Reyes nació en Buenos Aires en 1978. Trabaja en una escuela de Pablo Podestá, en la periferia bonaerense, a menos de 200 metros del cementerio donde están enterradas Melina Romero y Araceli Ramos.

Además de docente, Reyes es escritora, activista de izquierda, madre de siete hijos/as, coordinadora de talleres literarios y militante de una red de escritoras/es que desafían lo establecido. Estudió Letras Clásicas en la Universidad de Buenos Aires.

Hon Som Ater Jord (Checo), Ziemiozerczyni (Cracovacia, Polonia), Mangiaterra (Italia), Eartheater (Gran Bretaña), Mangeterre (Francia) son otras formas de decir “Cometierra” cuando un lector/a busca esta novela en una librería del mundo. Es que “Cometierra” saltó las barreras de nuestro país inmediatamente y comenzó a comer tierra de otras latitudes, dado que los femicidios son ese mal oculto que une naciones ante la indiferencia de la justicia y la sociedad en general.

Otras voces se levantan y Dolores Reyes las escucha con atención. Son los/as huérfanos/as de estos femicidios. Muchas hijas sin madre se han puesto en contacto con Reyes. Han leído la novela y le escriben, le hablan de sus madres, se permiten reencontrase con sus historias, poner color a fotos lloradas. Ésa es la potencia de la literatura. Abre caminos, nos interroga, nos aleja de la monotonía de lo cotidiano.

El lenguaje de la novela es el del conurbano, de la gente joven, la más precarizada, la más golpeada por la vida. Su trabajo como docente la llevó a estar en aulas en Fuerte Apache, en Ciudadela y en Pablo Podestá. Pudo escuchar y sentir los problemas de cientos de chicos/as. Ser un puente de escucha; venían a ella, le contaban cosas. Detectaba sus enojos, sus dolores, su forma de hablar. Esa palabra que sale directa, con potencia, con rabia muchas veces.

En resumen, leer “Cometierra” es un desafío, es sentir que los femicidios tienen sabor a tierra amarga, que el mundo es muy injusto, que queda mucho por hacer. Leer “Cometierra” es interrogarnos, es viajar a nuestro pasado, a ese mundo donde los dolores todavía habitan y gritan por salir. Leer “Cometierra” es encontrar un lenguaje para expresar lo que nos pasa y dejar que las palabras salgan livianas a buscar su lugar.

Según un relevamiento del Observatorio “MuMaLá”, desde el 1 de enero al 31 de marzo de este año pandémico, 62 femicidios han ocurrido. 62 vidas, historias, sueños que se han quebrado. 65 Niñxs y adolescentes se quedaron sin madre. 65 “Cometierra” se aferrarán a grumos de tierra buscando respuestas.

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