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“Alvarado, Feliz”, por el cronista linqueño, Ezequiel Tujague

El columnista de Corazón Amateur, en sus vacaciones estivales, viajó a Mar del Plata y encontró la justa ocasión para seguir prendido con sus gustos de fútbol. Esta vez lo hizo en un partido de la B Nacional. El de Alvarado ante San Martín de Tucumán, sucedido hace apenas unas semanas. El Alvarado del roberense Lamardo, del volante tantas veces citado en este medio, el “Torito” que, para esa ocasión, consiguió su primera victoria en el certamen, tras cuatro empates consecutivos. Una historia contada con el estilo de este cronista que, en esta oportunidad, frotó la pluma con magias de mar y arena, y con el mismo entusiasmo de siempre.

Nuestro columnista Ezequiel Tujague, luego de haber colaborado con Corazón Amateur con algunos partidos del torneo de verano 2022 de la Liga Amateur de Deportes, y tras haber hecho muchos textos para este medio de distinta índole, todos con el estilo particular de su pluma, apasionada y libre, entre arte y deporte, se fue de vacaciones a Mar del Plata y, en su estadía, de cincos días de merecido descanso, pudo ver un partido especial, distinguido por muchas aristas. Fue a ver Alvarado versus San Martín de Tucumán, un cotejo de la B Nacional en el que el “Torito”, luego de haber empatado las primeras cuatro fechas del certamen de ascenso, logró su primera victoria, y con un linqueño protagonista en cancha: Gonzalo Lamardo, el oriundo de la ciudad de Roberts, ex San Martín de su localidad, ex Boca Juniors, ex San Martín de Tucumán, ex Cerro Largo de Uruguay, un joven crack que es, hoy, una de las figuras más destacadas del deporte vernáculo.

Con todas esas aristas de frente, Tujague armó un relato detallado del cotejo victorioso para el elenco marplatense, aunque también con la magistral manera que tiene de describir los contextos, los suyos, los de adentro, los de afuera, aquellos que siempre le están despertando la admiración o sorpresa. Ahora estaba en “La Feliz”, en la arena, ante el ruido misterioso y hondo del mar, solo con su compañera, en otro circuito, más propenso a la conexión, y con todos sus sentidos afinados. Y armó el hilo de tinta en un compendio de escritura que tiene vaivenes que únicamente pueden definirse al leerlos. Siempre pasa así frente a la propuesta de aquellos que escriben con pasión, disparador, en principio, de la intensidad y el talento. Ahí vamos…

La banda del pincel, pinta bien.

Las cosas para “Alva”

Pintan bien…

El campo de juego es verde impecable y la mascota agita y corre, y se vuelve un toro insurgente de Matadero barrio. Torito desenfrenado y loco.

El “Minella” mundialista, hoy es Alvarado.

Barrios de Mar del Plata hacen su presencia con banderas azules y blancas. La barra la brava, la banda del pincel y el puerto que es clásico rival, ese tiburón, el canastero de Aldosivi, eterno rival, hoy en la Primera División.

Y, al lado mío, nuestro, el llanto y la confesión: “42 años que no veía a San Martín”, nos dice y llora. Lagrimea desconsolado al lado de su mujer que lleva sombrero de Alva.

Ambos equipos entran juntos a la cancha. La emoción es doble, es por ese Tucumán familiar y territorial de cuna y de amor eterno.

“Pero mi corazón, aquí, es Alvarado”, sentencia el tipo tucumano.

De alguna manera, me tranquiliza que haya otrxs en la cancha no tan acérrimos de Alvarado. Aunque, hoy, somos Alvarado.

Me compré una remera en el Store Oficial del club. Todo el merchandising en la sede del club. Cuando el sábado fuimos a sacar la entrada, después de dudar un poco si comprar oficial o terminar en la trucha de cancha, como en el recital, me pruebo un par y termino en la oferta de remera del año anterior. El mejor suvenir, el de una remera de un club de la ciudad visitada.

Me gusta eso. Saber qué club, qué remeras, qué pasa en la ciudad con el clásico y demás… La entrada no socio masculino, $1.100; y, de mujer, $600. Está buena esa sutil diferencia. La popular de Alvarado es que tiene muchas mujeres, muchas familias, mucha niña y niño, divertidos por estar. Esa sutil diferencia termine de analizarla usted, querida y querido lector. Estamos en el torneo de la B Nacional, la segunda categoría del fútbol argentino.

Estamos de paseo y vamos a pasear.

Ir a la cancha es un buen plan.

Ir al teatro, ir a comer, ir a pescar, a tomar una birra, a pasear por el centro o la costanera o lo que sea que haya. Ir. Meterse en territorio. Ir para contarlo. Verlo y, después, contar ese ir.

Hay ahí una dimensión que siempre tendrá a la escritura como aliada en herramienta para dejar testimonio de la experiencia.

Ir a la cancha es vivir experiencia.

Correrse del club de uno y acercarse a los ojos de Alvarado, en este caso.

O de Aldosivi. El “Tiburón” juega en Primera División. Le ganó a Tigre en el mismo estadio donde jugará Alvarado.

Comparten el estadio mundialista. Ambos equipos juegan aquí sus partidos de local.

Ese estadio construido para el Mundial de 1978. Brasil jugó allí sus tres partidos de primera fase e, Italia, dos.

También “Queen” hizo su tercer recital en Argentina en su gira del año 81’ y, después, se siguió usando en los famosos torneos de verano, en los que se han jugado clásicos entre Boca y River; y otros.

Las inmediaciones del estadio son de Azul y Blanco, con grafitis y pinturas, y pintadas de Alvarado; casi parece su cancha. Y no es por quedar bien con este presente. No.

Es así.

Por el lado del puerto, donde Aldosivi tiene el predio deportivo, los postes de luz son amarillos y verdes; y las pintadas, ahí, sí son del canastero.

El clásico rival futbolero en Mar del Plata se vive intenso. Y eso que no participan en la misma categoría.

No se ven las caras desde el 97’. En esa década hubo muchísimos cruces, y en el historial general parece que Aldosivi aventaja en sólo tres partidos a Alvarado.

Igual, estimado lector, si quiere más datos crudos, métase en el buscador mundial y compruébelos. La cosa es que, hoy, el clásico, no se juega, aunque solo los separa una categoría. Un descenso o ascenso los volvería a cruzar.

Alvarado jugó siete años en el Federal A y, en el 2019, logró el ascenso al B Nacional, en la que hoy estamos.

Estamos de paseo.

Vinimos por cinco días a la ciudad “feliz”, en estos primeros días de marzo y últimos de verano, una ciudad más calma que la invasión de turistas en los meses de enero y febrero.

Y, cada vez que voy a una ciudad, pienso en conocer sus lugares, sus bandas de rock, sus bares, sus teatros, sus equipos de fútbol…

Mar del Plata tiene de todo. Playas y mucha culturalidad. Tiene nocturnidad.

Tiene a Soriano y a Piazolla, a Alfonsina Storni, y las hermanas Ocampo, que las visitaban durante el año. Tiene a Aldosivi y a Alvarado. Tiene a Unión y a Peñarol. Tiene a los metaleros del Atlántico, como dice Iorio en “Pa Pelusa”.

Tiene amigues. Algunos de ellxs tienen departamentos y los alquilan. En marzo es más barato, por eso estamos acá. Entre tantas otras cosas, aquí estamos.

Andando. Después de buscar un bar o restaurante para comer mirando el mar, en el primer día de arribo, un jueves hermoso para ser feliz, terminamos en el “Sanguchazo”, un lugar popular con mesas afuera donde, si uno agudiza con énfasis el oído, llega a escuchar el sonido del mar.

Sucede que es imposible. Lo que prevalece es el comentario que se repite: “El domingo juega Alvarado”, “El domingo, a la cancha”.

Le pregunto al pibe que nos atiende -luego de haber encargado unas rabas y un vino tinto y unas papas (nada de sanguchazo), y me dice que sí, que el domingo juega Alvarado, que ya se pidió el día. Le digo que tengo ganas de ir. Me dice que saque la entrada antes, en la sede, porque en el estadio no venden. Quedamos hermanados en esa historia.

Me da su teléfono. Le mandé algún WhatsApp para hacer otra historia, pero nada. El día del partido lo mensajeo, aunque no nos cruzamos. El cruce fue en el “Sanguchazo” y estuvo excelente.

El domingo vamos a las playas del norte y leemos. Hay viento y nubes que tapan el sol.

Hoy juega Alvarado. 17:00 horas. Era a las 19:00, pero vi en el Instagram oficial del club que se había modificado el horario. Con luz natural se juega hoy. El horario nos permite planear ir luego al teatro a ver un estreno de una obra local de teatro independiente y, luego, si todo va “ok”, conocer un bodegón donde prima el marisco y el pescado; y terminar así, un día feliz.

Dejamos el auto en una avenida cercana al predio y caminamos.

Remeras de Alvarado. Estreno la mía. Hoy, Alvarado busca su primera victoria en el torneo después de un arranque con cuatro empates consecutivos.

Hoy queremos ver fútbol y goles.

La entrada no tiene inconvenientes. Suenan trompetas y bombos que se acomodan.

Todxs se acomodan. La entrada es todxs por el mismo sitio. Es decir, la platea y la popular entran por el mismo lugar. Y cada unx se acomoda donde quiere. En el para avalanchas y sujetando banderas, en la platea sentado cómodo, de pie en la popular, arriba o bien abajo. Aquí, cada uno debe tener su lugarcito. Nosotrxs vamos a ver el partido primero en la popular local, a la derecha del núcleo de la barra. Para ese arco atacará Alvarado en el primer tiempo y, luego, nos moveremos hacia la platea para ver desde la parte lateral la otra mitad del partido.

2 minutos de juego. El “7” de ellos mete un gol clarito. Silencio y desconcierto.

Tucumán gana desde el inicio. Desde los vestuarios, como se dice.

“¿1 a 0?”, me mira el pibe recién llegado.

No entiende nada. Le comento la jugada y me doy cuenta que ya no escucha. Mira el tablero y ve el 1 que aventaja al visitante.

Una niña bailando agita su mundo.

Un pibe se cuelga con la “8” para meterse a tirar el córner. El “poli” deja su apoyo y le pide que se baje.

La banda del Matadero no para.

Aquí no hay alambre. No hay parapelotas.

Hay fosas.

Hay pibes alcanzapelotas y un tipo que busca balones en ese lugar que delimita todo el campo. Esas fosas tan características del control en los estudios de fútbol argentino.

Se ve impecable. Sin el alambre olímpico que reina en el ascenso. Vemos sin obstáculos.

El torito mascota viene y agita la popular, baila, salta… Se mueve como toro enloquecido. dos horas de continuo agite. Siguiendo el ritmo y los cantos de la popular. El torito coquetea siempre con la popular. A la platea, ni cabida.

La niña sigue bailando.

Es bailar.

En el campo intentan jugadas que no salen.

Todo es intenso intento.

El fútbol lo es.

Entretiempo. El local pierde por la mínima.

Nos movemos a la platea.

El sol pega suave. El único que intenta es Alvarado. En la platea, todo es calma, comentarios y aliento plateísta.

Se ponen las manos de visera. Nos ponemos las manos de visera, para ver mejor.

El gordo de atrás tampoco vio el gol prematuro. San Martín no hace más que jugar de contra. No ejerce peligro.

“4”, siempre opción.

“10”, arrojo.

“6”, capitán.

“11” y “9”, goles. Obvio que cuesta. Y más si los goles no aparecen.

“5”, equilibrio; “3”, zurda.

¿Y el de Lincoln?

Gonzalo Lamardo. Mediocampista. Oriundo de Roberts. La República de Roberts. Estuvo en las inferiores de Boca Juniors. Le mandé unas preguntas sencillas a su Instagram para esta nota que usted lee querido lector, lectora.

Le pregunté: “¿cómo te sienta Alvarado y su B Nacional y cómo te sienta vivir en la feliz? ¿Se es feliz?”.

“¿Qué te parece la categoría? Con 37 equipos de los puntos más lejanos siendo parte. Ir a Jujuy, a San Juan, a Madryn… ¿Qué onda…? ¿Avión…?”.

“¿Cómo se vive el día a día en la ciudad entre ser de Aldosivi o de Alvarado?”.

Gonzalo nunca respondió.

Dos cambios y aparecen los goles.

Los que quiero gritar. ¡Los gritooooo!

Casi se me cae un lagrimón.

Dos golazos; el segundo, al ángulo. Lo grito y miro al gordo, extasiado. Ojos saltones.

Lamardo entra y juega unos minutos. Es rápido. Vertiginoso. Recupera y juega.

Pocos minutos, esta vez. Me emociona que esté jugando en esta categoría, y en este club. Como lo hizo Braian Visser jugando para Alvarado en el Federal A. A ese chico lo conocieron después de tantos desbordes jugando para Rivadavia de Lincoln. De donde somos. El Rojo jugó muchísimas veces en el “Minella”, muchísimas veces contra Alvarado en ese Federal A. De hecho, el Rojo lo vio descender al Federal B en el 2009, cuando compartían categoría. Según me contaron, en la última fecha, el “Torito” tenía que ganar y el Rojo le empató.

Suerte, Alvarado. Suerte, Gonzalo Lamardo.

Suerte en este año.

Ojalá se crucen otra vez con Aldosivi.

Porque los clásicos hay que jugarlos.

Suerte le dimos nosotrxs en esta visita, donde pudieron ganar.

Y fuimos felices, por cinco días.

Suficiente, ¿no?

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