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La editorial local “Diario del Desierto” presentará cuatro libros

La casa de tinta dará a conocer nuevos ejemplares de autores linqueños. El evento se realizará el sábado 14 del corriente mes, en la plaza Sarmiento, a las 18:00 horas, en lo que será, sin dudas, un hecho para estar, para acompañar. Y para escuchar y leer.

Acá no es como en Suiza, Noruega u Holanda, que les pagan a los escritores para que se sienten a pensar y a hacer libros, quienes cuentan con todo el tiempo del mundo para realizarlos, vaya fortuna. Acá es distinto, más precario. Hay que andar mucho para poder tener un libro publicado, para trascender. Y generalmente eso sucede mediante contactos, a través de alguno de un medio masivo que haga propagar tu escrito y, desde allí, disparar hacia lo bueno. Sustentarte en lo que te gusta hacer de fondo, de alma.

Acá es diferente. Tenés que pagar para que te publiquen en la mayoría de las veces, o esperar a que una de las editoriales under, o las llamadas alternativas, te vea por casualidad en algún post, o por algún grupo osado de escribientes armado por amor a la palabra, a la belleza, a la idea de crear.

De todos modos, más allá de estos infortunios sucedidos en la Argentina respecto a la propagación del arte, acá en Lincoln hay una editorial que te mira, que se preocupa por hacerlo. Y, cuando te ve que estás escribiendo parejo, te toca la puerta, te ofrece sus elementos y sabiduría, y, en un par de meses, tenés tu libro armado, en manos de otros, en la biblioteca, presentado en un espacio de hogar y placer por la invención. Así de simple e increíble como lo cito.

Así es la editorial “Diario del Desierto” local, conformada por tres personas que, con sus orgullosos sacrificios, con el alumbramiento de sus expectativas y finas emociones, donando tiempo a puro coraje y placer, ponen en el tapete de la realidad libros del vecino, del que tenés al lado, del que no sabías que escribía. Son tres y cada uno de ellos se encarga de una tarea. A solas, sin ayuda de ninguna entidad, los tres encaran solitos. Uno va a tu casa en bicicleta luego de haberte leído por algún lado que no sabías, te ofrece que le permitas tu escritura y se pone a ahondar en ellas hasta encontrarle la forma de hacer el elemento de fortuna literaria. Una vez que lee, edita y habla consigo mismo de las magias de las palabras descubiertas para darle una forma de vida, consuma en el imaginario el objeto final. veinte poemas, treinta, un buen título, una buena imagen de tapa acorde a la lírica y a otro paso.

Y ese paso siguiente lo toma el pensado para la continuidad del plan. Agarra el boceto, arma el libro en su casa, en un programa que a cuestas soporta la computadora y, con todo el amor del mundo, pensamiento por pensamiento, sensación por sensación, creación más creación, gota por gota de traspiración, sentencia en el programa lo que el editor le había dicho, previo acuerdo con el escritor de ocasión.

Aunque la cosa sigue. Una vez concluido el libro en el programa de diseño, el segundo en la editorial, el que estaba sentado traspirando en la computadora, comienza a pensar en la idea de imprimir. Y lo hace. Como puede, en una máquina vetusta, pero lo hace. Ya hace varios libros que lo hace. En su casa, sentado en la PC de antaño, con una impresora igual, comienza a darle luz a los papeles, a las palabras, a la tinta… Y, entonces, la magia. A full, tiempo completo, expectante e inédito, pone uno a uno los papeles ordenados que serán libros. En ese sentido, ya una vez apilados y numéricos, deberían pegarlos, encolarlos, mandar a alguien a que haga esa difícil tarea, pero no. La hacen ellos. Se sientan en la mesa, con el overol de los genios y, segundo a segundo, minuto a minuto, con sus dedos, con la cola y la prensa, materializan el producto final. El triunfo abnegado, el vuelo de la lírica escondida, la voz que estaba ahí en poemas, cuentos o relatos que no se veían; o dibujos; o historias teatrales en papel, fundamentos indispensables para la mente, maestros del presente para los que vienen y harán el futuro.

Tras la pegatina, que es realizada por Facundo Sánchez (encuadernador) y Luisi, viene lo único que se terceriza, la impresión de las tapas, aunque ellas son hechas por gente cercana. Entonces, esa idea de tercerización se aminora, no genera el resquemor de aquellos que todo lo hacen, como la gente de la editorial “Diario del Desierto”.

Terminado el ejemplar, a pensar en ponerlo en un soporte de la realidad que inspire, que emocione, que sea acorde a la mente de hogar y sensibilidad de quienes realizan el libro y de quien lo escribe. En ese marco, ya han materializado doce ejemplares, y lo han hecho así, en cálidos espacios pensados para sentarse y escuchar, para ver lo inédito, lo magistral vernáculo, la semilla en el desierto, la luz escondida detrás de velos dormidos.

Así es la editorial “Diario del Desierto”, conformada por Ludovico Fonda, el de la bicicleta que te va a buscar; por Agustín Luisi, el de la computadora e impresora hogareña, el que imprime y pega (junto a Sánchez), diseña y arma en el programa apenas soportado; y Elisa Vicondo, quien también –multifacética- se encarga de propagar la información, de organizar y estar en casi todo, como los otros dos.

Así, tres ya hicieron doce hijos para la historia de Lincoln, doce libros ya. En ese marco, desde su inicio, en el año 2012, esta editorial ha sacado los ejemplares “La Ida” y “La Vuelta” (autoría de Ludovico Fonda y Agustín Luisi), “Nurtura” (de Elisa Vicondo), “Relatos de Mi Vida” (Martín Luisi), “Antología Inicial” (Santiago Zambianchi), “Doce Vigilias de Beltrán Romero” (Ludovico Fonda), “Apuntes de otros Cielos” (María Elvira Aristimuño), “Algo” (Ludovico Fonda), “Nuevos peces para la Felicidad” (Miguel Alegre), “Eduardo Mallea y Atahualpa Yupanqui en una Argentina, ¿Imposible?” (Augusto Berengan) y “El ciclo de la locura” (Melina Balderrein y Facundo Repetti).

Y ahora, este sábado 14, en la plaza Sarmiento, a las 18:00 horas, van por cuatro más. Uno igual a los anteriores, convencional en su forma, y tres que son más dinámicos. El primero se llama “La casa de Toti”, de Agustín Luisi; y los más pequeños en su contenido, que van a ser parte de la colección “Semillas del Desierto”, son “El ocaso de Ricardo” y “La Maldición”, de Inés Iticovici; y “Balcón de ángeles”, de Santiago Zambianchi. Y serán presentados con el lujo de un nuevo acierto, armados de felicidad hasta los dientes, certeros y convencidos, pariendo nuevos hijos de papel, nuevas palabras nuestras para la historia, para la usina de nuestro pensamiento. Nada más y nada menos. Celebremos. Acompañemos.

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