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La vuelta de Hanníbal el Caníbal a Lincoln, en la pluma de Ezequiel Tujague

Hace apenas unas tres semanas, luego de no haber tocado en Lincoln durante mucho tiempo, la legendaria banda Hanníbal el Caníbal, se presentó nuevamente en un escenario de Lincoln, el del tradicional Blues Bar. En ese marco de distinción artística, para la alegría de los seguidores de esta genial agrupacón linqueña, Hanníbal, con Chirico Costa, su cantante, encendido, regaló un concierto antológico, el cual revivió la magia de esta gran banda que en la formación de ese sábado por la noche presentó a Bruno Bezzi en el bajo, a Chirico en la voz y en la guitarra, a Matías Podestá en la guitarra también, y a Agustín Sagayo en la batería. Todos ellos, con la potencia de su semblante musical, sacaron a relucir sus talentos una vez más. Y, conjugados, mostraron todo el arsenal creativo y virtuoso de una banda que le ha dado muchísimo prestigio a la música de nuestra historia dentro de los géneros de rock y blues. Y allí estaba Ezequiel Tujague, un linqueño amante del arte local, actor y escritor de ensayos que buscan contar, de una manera original y pensada, estos acontecimientos que le hacen tan bien a nuestra invención vernácula.

En ese sentido, luego de tres semanas, Ezequiel mostró mediante un escrito las sensaciones que había vivido ese dia y las que había experimentado antes de que la banda se presentara en las tablas de Blues. Además, con su pluma de detalle, en medio del relato, cuenta algunos pormenores de quién es esta banda, para aquellos desprevenidos que no la conocen.

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¡Grito caníbal!

Algo inesperado. Un grito que vuelve a crujir con fuerza a través de la música. Como no puede ser si no a través de la música.

Siempre música y las canciones. Y sus músicos. Y el público.

Hanníbal el Caníbal es una banda clásica y madrina y padrina de mucho rock de acá. Todo por ese hacer interminable de quien es el cantante y guitarrista de Hanníbal: Chirico. Pregunten por él así: Chirico, nada de nombres.

Chirico es música. Es Rock. Y es, entre otras cosas, Hanníbal el Caníbal.

Hoy anda de visita de donde nunca se fue, de su tierra y de sus amigos de todas las generaciones. Viene de visita. Viene a hacer unos trámites. Pero quienes lo queremos escuchar haciendo música, sabemos e intuimos que el trámite más valioso es tocar Rock and Roll.

Y ahí está nuevamente planteada la posibilidad de verlos. Ver a los caníbales haciendo estallar de blues y Rock a todo el que se atreva. Hay que atreverse. Siempre. No queda otra. Ponerle la oreja. Prestarse y dejarse atrapar, nuevamente.

Es en ese atrevimiento. Es en el deseo intacto de tocar unos temas donde deberíamos hurgar para entender, si hay algo que entender, los hechos que hacen que Hanníbal el Caníbal anuncie una presentación que significa el regreso a su Lincoln de siempre.

Pasan los años, pero la magia musical sigue ahí. Parece que no está. Pero está. Y cuando está es porque los músicos le ponen el cuerpo para que esté. Es un regreso. Sin platillos ni bombos. En un boca a boca. En una iniciativa que combina las ganas de tocar, de hinchar un poco las pelotas, y de pasar el rato. Haciendo canciones en vivo.

Estoy sentado con Chirico y Gabriela en unas butacas del Ateneo, viendo el largometraje guatemalteco llamado “Ixcanul”, que tiene la participación de la linqueña Pilar Peredo en la dirección de arte y que abre el 4 Festival internacional de Cine Corto. Acá en Lincoln. Sí, sí. Dónde si no. Es jueves.

Chirico está al lado de su amiga y ve. Mira al mira. No sé hasta dónde le gusta ver o ir al cine, pero acá está. Mirando. El tipo rockero que ha transitado mucho Lincoln, hoy mira.

El sábado será él el visto.

Esa noche de jueves se resolverá una pata clave para que Hanníbal salga a tocar. El sostén rítmico desde las bases de baterías. No sé por qué, pero parece que en Hanníbal este lugar ha sido siempre inestable. O al menos en estos tiempos. ¿Qué pasa con los bateros? Se pregunta y reniega un poco Chirico y no entiende. No le encuentra la respuesta racional. Escasez de batero… no. Hay bateros, pero no están disponibles, con ganas de sumarse… Por la batería de Hanníbal se han sucedido grandes bateros: Jorgito Hinojosa: un clásico, y después otros jóvenes pegándole a los parches: con José Petralía, el Sr. Piluso, y el entrañable Toni. Pibes que en ese intercambio generacional se suman al proyecto.

Le digo a Chirico que en Las Pelotas me contaba Tomas Sussmann, guitarrista desde siempre, que ellos renegaron con el cantante. Y que Tomás les recomendaba a sus hijos que también hacen música, que mejor toquen instrumental. Cada grupo, como cada hogar y familia o pareja, tiene sus ribetes. De cómo llevar la cosa sin que esa cosa sea dañada. A veces es necesario romper para que vuelva a surgir el próximo eslabón. La próxima pata de una nueva manera de andar.

En fin. Esa noche a la medianoche, Agustín Soyado le contesta por whatsapp que sí. Que está para tocar. Que se anima. Apareció el batero; hay noche de Rock con Hanníbal.

Agustín pregunta que qué estilo hacen.

Y Chirico repite riendo, bufonezco, sorprendido el interrogante. Rock and roll. Zapadito. Fácil. Cuadraditos. “Vos no preocupes”. Termina confirmando que el sábado hay Hanníbal el Caníbal.

De alguna manera, esto que pasa con el jovencito Agustín siempre ha ocurrido con Chirico en su hacer musical local. Siempre fue un procurador, precursor, hacedor, provocador, donde han confluido muchos pibes que fueron abrazando la música, pibes como Agustín que se sumaban a tocar. Pibes que fueron creciendo y fueron ocupando lugares al lado del líder. Todo sea por tocar rock and blues. Fueron abrazando la causa rockera.

Como paso con quienes son hoy los integrantes de Hanníbal: el guitarrista virtuoso, la Viola que rompe con solos audaces y expansivos en manos de Matías Podesta; y el bajo agresivo y escurridizo de Bruno Bezzi; ambos eran apenas adolescente cuando se acercaron en este camino rockero.

Para ser congregados en Hanníbal.

Demuestra y confirma también que han pasado unos ocho años y que las nuevas generaciones desconocen el trazado acervo musical caníbal. Porque no lo vieron.

Pueden haber escuchado algo de sus dos discos, más alguna grabación más casera que circule en sus fans y allegados. Pero no tienen el en vivo.

El vivo acá, es en Blues Bar, el sábado y nada ni nadie lo puede parar. Toca Cero Percepción como banda central y convocante y la entrada queda a cargo de Hanníbal.

Después de mucho tiempo, yo también voy a salir a rockear: cierta sequía rockera, noches más modestas y limpias, y el cierre del lugar que traía y proponía bandas en vivo, me ponen en un lugar nuevamente excitante. Salir a pegar el grito sagrado.

¡El sábado pide un beso! Ahí vamos:

Hanníbal, caníbal!!!!

Se presenta en la catedral del rock local. Ese sitio que si bien ha atravesado ciertas metamorfosis en sus aperturas y sus propuestas sigue siendo un bar rockero por excelencia. Con la música en vivo, sin escenario ni tarima. Ahí pegadito al público, a las mesas de madera retro. Y la barra: lo más lindo del lugar. Desde allí he encontrado amistades, historias, compañía para la Soledad de otras épocas. La barra para sentarse en una butaca y desde allí sumergirse en la noche.

Cuando llegamos al Bar, la noche incipiente comienza a transpirar rock. Vivo está el bar hoy porque hay rock en vivo en una fecha histórica. Hanníbal va a tocar unos temas y eso lo vale todo.

Saludo a los sonrientes caníbales que ya se preparan para hacer el toque que dé el puntapié de un regreso que pide a gritos que ¡vuelva!

La aureola de la música toda se condensa en esta noche perdida en un bar diminuto del noroeste de la provincia de Buenos Aires.

Ahí está el hombre maestro de siempre por encarnarse en el aullido rockero con su troupe joven y hoy más experimentada para cargar de blues y rock el ambiente de Blues Bar.

Desde el jueves esperando este momento…

El comienzo. El volverte a ver. Esperando ver al gigante Chirico, una vez más al frente de todos, entonando las canciones ya himnos de su banda.

Pensando este momento justo. Donde ya se afinó, ya se probó, ya se alistaron para dar un show que propone diversión y festejo porque ¡Hanníbal está vivo!

El instante que abre, que rompe. El inicio para dejar atrás la música enlatada y meterse en lo que suena ahora.

Chirico al frente, con su viola colgada y su boca pegada al micrófono. Se rompe la escasez de rock. Chirico cierra sus ojos y ladra feroz el grito de un bufón suelto en La Pampa. El grito limpio pero carrasposo tan de él. El canto desde los interiores más profundos. La entrega total que nos conmueve a todas y todos los que buscamos el reencuentro. La certeza de que está intacto. Como ese boxeador que confirma en su primer round la firmeza de su andar. Entregados para este combate donde ganamos todos, porque el plato musical nos alcanza y satisface ese hambre caníbal.

El primer tema es eso: una confirmación de bienestar musical. Que será una confirmación total de la propuesta para hoy: un paseo por varios clásicos de la banda con cada integrante atendiendo su juego. Y confirmando también la plenitud musical de guitarras y bajo y de saber que hay batero: Agustín se ve seguro y disfrutando este convite rockero. Sepan, caníbales, que hay batero disponible.

Sólo en el segundo tema necesitan volver a iniciarlo para ya meterse de lleno en el túnel de rock and roll incendiario.

Desfilan temas que fueron más o menos estos:

Teletubis, Plumas marrones, Trashumante, Desterrado, Blues de los perdidos, Corazón puro, Flor de bardal, Pajonal, Una y Velocidad.

Métanse a escuchar Malos Esclavos en la plataforma de YouTube. Y me dicen o se dicen a ustedes de qué va la cosa. La cosa es rock y blues clásico. Es entender y dejarse llevar por la pasión de tocar y dejarse llevar para bailar y saltar de rock.

Me abrazo eternamente con el siempre agitador y alegre bailarín que es Gaby Castelli. Que lo vive y disfruta y me chista al oído que

“Síííííííí´, Tuya, esto es rock, Tuya”. Y nos abrazamos como tantas veces para cobijar la música nuestra. Ahí cerquita de los protagonistas.

Hay un momento donde Chirico deja la guitarra y sólo canta. Es un momento que condensa la noche. El tipo sólo canta. Y eso cobra muchísima fuerza. Es un momento teatral, de puesta corporal y énfasis en lo que dice ese cantar. Es Chirico en estado puro.

Me quedo con ese momento y con el grito primario que inauguró la noche.

Me quedo con las letras y melodías de Hanníbal el Caníbal por un tiempo en mi interior.

Ojalá nos veamos pronto con más rock y blues… Todo lo que necesitamos para andar.

Me quedo con los cuatro caníbales sonrientes y transportando gotas sudorosas de rock.

Me quedo con la mirada de Luca mordiendo el micrófono y contemplando desde su retrato inmortal lo que pasa en Lincoln city.

Me quedo en paz, saciado y regado de rock.

Me quedo.

¡¡¡Sepan que Hanníbal está vivo!!!

Por Ezequiel Tujague.

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