ColumnistasDestacadosLocales

“No habrá hombre muerto si no se olvida”, “¿Quién mató a Mariano Ferreyra?”, por Ezequiel Tujague

El 20 de octubre se cumplieron diez años del asesinato de Mariano Ferreyra, dirigente de la Federación Universitaria de Buenos Aires (Fuba) y militante del Partido Obrero, asesinado de un tiro en el pecho por una patota que respondía a la Unión Ferroviaria, en una manifestación de trabajadores tercerizados que exigía el pase a la planta permanente en la Línea “Roca”. 

Tras la muerte de Mariano, una pregunta: “¿Quién mató a Mariano Ferreyra?”.

Pregunta inicial. Preguntas siempre, “Yo vivo de preguntar. Saber no puede ser lujo”. “Yo vine pa’ preguntar”, como dice Silvio Rodríguez. Preguntar para intentar entender un poco más, para correrse de la duda, de la mentira rápida, de lo que no es. Para vencer la duda y aproximarnos a eso que no quieren, algunas y algunos, que se sepa. 

En esa pregunta y en todas las preguntas hay búsquedas. Ese intento de entender lo es. Un movimiento del saber. Un balanceo hacia otra verdad. 

“¿Quién mató a Mariano Ferreyra?”. Es contundente. 

Es una referencia ineludible a “¿Quién mató a Rosendo?”, de Rodolfo Walsh. Es un guiño. Que Rodolfo, desde algún lugar del cosmos, ha recibido como tal. Sonriendo de conformidad. Un pulgar en alto de “like”. 

En mayo de 2017, durante la cursada de la residencia en el profesorado de Comunicación, realicé un cruce entre el clásico Walsh y Diego Rojas, donde intentaba y proponía trabajar la obra de Walsh y poner en manos de alumnxs secundarios de Capital Federal, el texto de Rojas. Era ambicioso leer dos libros. La planificación fue reprobada. Pero mis deseos de contagiar estas obras siguen vigentes. ¿Por eso estas líneas? Seguramente… 

Recuerdo que estaba emocionado por haber encontrado, en una librería de avenida Callao, antes de llegar a Corrientes, el libro de Rojas. El librero que me lo vendió, habló de anarquismo; llegamos ahí rápidamente. Asociaba en la militancia de Ferreyra algo con las primeras luchas y conquistas anarquistas y socialistas de principio de siglo pasado. Ese día, la adquisición de ese libro fue un hallazgo, fue una marca más profunda que no se limitaba a la presentación y preparación de una micro clase para la secundaria. Aunque sigo confiando en esa necesidad. Hay un legado ahí. En esa militancia de Mariano Ferreyra. Hay toda una historia que merece ser conocida. Hay muchas preguntas. Algunas respuestas.

Hay luz sobre las relaciones turbias y mercantiles entre sindicatos, empresarios y Estado nacional. Hay un pedazo de historia del movimiento obrero y la lucha de sectores de izquierda que el Gobierno oficial y sus medios e instituciones callan, niegan, desenfocan. 

Porque aquí la historia del movimiento obrero debe ser contada con mirada peronista, parece. Esa mirada que quieren hacer prevalecer. Pero ahí está Mariano Ferreyra y tantas otras y otros, levantando las banderas rojas y negras que, por suerte, van más allá del movimiento nacional peronista. Ahí aparece la militancia con determinación de clase que busca abrazar en esa entrega. 

Mariano se entrega en abrazos de clase, por eso está allí, con ese reclamo de lxs tercerizadxs. Con esos trabajadores y trabajadoras que reclaman no porque quieren romper las bolas. Es que se les va la vida allí, intentado correrse de la injusticia (teléfono para el Partido Justicialista y para tantos otros), del absurdo que, para miles, implica ponerse a luchar, porque, sin reclamo, no hay respuestas.

La respuesta fue violenta. Puso arriba de la mesa la Historia Argentina. Una parte. Por un instante se condensa allí el tejido de relaciones entre Estado nacional, sindicatos y empresarios. Se vislumbró todo el teje y maneje de esa ocultación de años. 

Estalla de la peor forma, porque la patota sindical tira tiros, apunta y, lamentablemente, mata. Con la zona liberada para que ello ocurra, con un Gobierno nacional mirando para otro lado. Lamentando. Pero siempre saliendo ileso. Para la próxima elección. Tan democráticos. Con los candidatos de siempre.

Toda una política en la que Ferreyra no cabe. No le interesa. En más, la combate. 

Respuesta violenta.

Sintiéndose dueños de las vías, y, desde allí, mandar. Mandar balazos. Patotas nacionalistas lejos de las banderas del socialismo, que no quieren entender que son usadas como fuerza de choque de una burguesía nacional que hace negocios. Siendo parte de la burocracia sindical adicta.

Este suceso desviste y explica lo que es la burocracia sindical. Explica cómo sostienen ciertos dirigentes de sindicatos al Gobierno nacional de turno. Explica todo eso y más, para quien quiera correrse de la mirada peronista de la cosa.

Se corre de todo 17 y 27 de octubre. 

Es 20 de octubre del 2010.

Es una cara con un nombre joven: Mariano Ferreyra. 

Rodolfo Walsh escribía esto: “¿A dónde pueden protestar los trabajadores?” Al sindicato. Pero allí también fastidian, allí también cuestionan, allí también resultan “comunistas”. Patrones y dirigentes han descubierto, al fin, que tienen un elemento en común: ésa es la verdadera esencia del acuerdo celebrado por el vandorismo con las federaciones industriales”. Y continúa con una definición histórica: “Para llevarlo a la práctica, el gremio se convierte en aparato. Todos sus recursos, económicos y políticos, creados para enfrentar a la patronal, se vuelven contra los trabajadores. La violencia que se ejercía hacia afuera, ahora se ejerce hacia adentro. Al principio, el aparato es la simple patota, formada en parte por elementos desclasados de la Resistencia, en parte por delincuentes (barras bravas agregamos hoy). A medida que las alianzas se perfeccionan, a medida que el vandorismo se expande a todo el campo gremial y disputa la hegemonía política, el aparato es todo: se confunde con el régimen, es CGT y la federación patronal, los jefes de policía y el secretario de trabajo, los jueces cómplices y el periodismo elogioso”.

El aparato es todo, dice Walsh.

Mariano es militancia, con cuerpo.

Con un libro, una película y un disco. Con un cuerpo cultural para contar la historia. Para sacarla del olvido y para arrojar luz que clarifique. 

Primero el libro. Un puntapié inicial que da pasos en cada pregunta. Que se detiene para poner la mirada profunda en el hecho. Un tren cargado de historias ferroviarias, con pasajeros que vienen hace tiempo permaneciendo en el trazado de vías. Algunos no se quieren bajar del tren. A otros no les importa que descarrile. Diego Rojas se sube a ese tren y no es un pasajero más. Investiga. Pregunta. Vuelve a investigar. Arroja luz. Escupe verdades. Escucha a amigas, amigos y familiares; a militantes. Va pasando de vagón en vagón con el compromiso que la historia reclama. No es un título y ya. Por eso me parece valioso. Porque es fiel con la historia de militancia que vive en Mariano.

¿Por qué?

Porque la fuerza es revelar algo. 

Le escribí a Diego Rojas, que, cordial y con énfasis, me cuenta y nos cuenta esas miradas de todo ese contenido investigado. Mientras suenan teléfonos de redacción y voces de fondo, Diego me manda audios que llegan a este sector del noroeste bonaerense.

– ¿Cómo fue el proceso de escritura del libro? ¿Pudiste ir publicando notas para el medio periodístico en el que trabajabas?

– El proceso de escritura de “¿Quién mató a Mariano Ferreyra?” fue bastante complicado, en el sentido de que yo trabajaba en revista “Veintitrés”, pero era jefe de la redacción de sociedad, no de política, por mis ideas políticas. Estaba haciendo cosas de cultura como las hago ahora. En ese momento, entonces al decidir realizar el libro sobre sobre Mariano Ferreyra, debí tener un ritmo de trabajo bastante particular, ya que no se iban a publicar notas de mi investigación en el medio. En más, por un tiempo larguísimo, hasta que el libro estuvo terminado, no le comenté esto a mis compañeros de trabajo, a pesar de que yo era el delegado sindical. Había una cuestión de hostilidad hacia ese medio “Veintitrés” que era medio kirchnerista y que estaba en contra de darle difusión a este tema. Entonces investigaba a la mañana, por la tarde trabajaba y en la noche escribía; ése fue, más o menos, el esquema de trabajo.

– En tu investigación hay una relevancia que profundiza la mirada, que se vuelve crítica, que investiga, que va a las fuentes, que busca. Que no se agota en la noticia del momento, en el titular. ¿Cómo ves al periodismo en ese aspecto? ¿Hay lugar para este tipo de notas? ¿Cómo resolviste tus inquietudes periodísticas y lo que pedía tu editor? 

– En ese sentido, yo siempre tuve una mirada crítica. Al ser una persona de filiación marxista y haber militado mucho tiempo en el trotskismo, en el Partido Obrero, ésa era parte de mi expresión de la conciencia. Hoy por hoy, me parece que hay una cosa que es bastante extraña, que es una filiación muy grande del periodismo hacia un sector u otro sector de la política burguesa. Tanto de los kirchneristas como de la oposición macrista. En el caso de mi libro, tenía la total libertad de ir revisando. Era un libro editado por Hinde Pomeraniec que hoy es mi jefa, incluso, en Infobae. Y no hubo ningún tipo de encuadramiento en la investigación. Eso es también lo bueno de los libros. Yo siempre digo esto en los talleres que doy: que los libros dan la posibilidad de escribir sin un lineamiento empresarial. Un libro tiene una libertad que es la que tenga el escritor que lo haga.

– Walsh radiografió la situación de la clase obrera bajo enOnganicato y la conversión de gremios contra sus trabajadores. Tu trabajo radiografía la situación y entramado complejo de relaciones entre sindicatos, empresas patronales y Gobiernos de turno, con acento en los gobiernos k. ¿Hay década ganada para los trabajadores? 

– No hubo década ganada ni la hay, en el sentido de que estamos viviendo una crisis capitalista mundial muy grande, en la cual, cada vez, lo que sucede es la intervención para extraerle mayor ganancia de la fuerza de trabajo a los trabajadores como forma de salida a la crisis. De tal modo estamos resistiendo desde hace veinte años un proceso de precarización laboral que no se ha detenido.

El trabajo de Diego tiene una mirada de clase que no concilia, que expone esa estatización del movimiento que pretenden los Gobiernos para mantener el statu quo.

En el final del libro dice que si la clase laboriosa se pone el objetivo de recuperar los sindicatos para que actúen en interés genuino de los trabajadores, entonces la muerte de Mariano Ferreyra no habrá sido en vano. La existencia de este trabajo plasmado en este indispensable libro colabora y aporta luz a esas luchas y reclamo por los cuales Mariano se entregaba. 

Diego también se entrega para que este libro esté a la altura del acontecimiento.

Y lo logra. 

SOBRE LA PELÍCULA

Basada en el libro de Rojas.

Imperdible. Regresa al libro y lo llena de imágenes y acción. Eso es el cine, ¿no? En este caso, un documental que, pegado al libro de Rojas, desanda una gran historia de militancia. De militancia joven. Y aporta verdades en esa representación de los hechos. Con mucho material, muchísimo. Con la palabra de una mamá que no ficcionaliza nada. 

Para llorar, porque todo el mundo se encierra en esa relación.

Conmueve. 

Y avanza, como quería avanzar Mariano en cada lucha.

¿Saben qué les gritaban a lxs trabajadores tercerizadxs los patoteros sindicales y barras bravas afines? 

“Piqueteros”.

Con desprecio y desprestigio. Esos seres que debían estar del mismo lado, en el mismo andén, le gritan esa palabra, que representa un concepto de lucha de la clase obrera. Una acción es. Un corte. En este caso, un corte de vías de la línea “Roca”. La patota con zona liberada se planta como si las vías públicas fueran de la Unión Ferroviaria y hace de carnero, de “rompehuelga”, hace el papel que tiene que hacer. Pero se les va la mano, se les van las balas.

Malditas.

Para lastimar gravemente a Elsa Rodríguez, de 60 años, que recibió un balazo en la cabeza; hacerle sentir a Nelson Aguirre cuatro tiros en la pierna, ambos compañerxs de militancia del Partido Obrero. Ariel Pintos, trabajador tercerizado, también recibió balas en las piernas. Y dejar sin vida a Mariano.

El film tiene momentos álgidos, emotivos, de pura tensión. De reconstrucción del hecho. De ser fiel a esa escena, a esa historia.

Con un alto compromiso para que ese crimen político quede plasmado por siempre y no se olvide.

Le escribí a Alejandro Rath, que se tomó el tiempo de leer y recibir mis consideraciones y que aquí arroja algunos pareceres con su mirada cinematográfica. 

Alejandro profundizó esos saberes previos que arrastraba. Nosotros tenemos su “peli” para avanzar en esos saberes. 

– ¿Cómo fue articular material de archivo y ficcionalizar la labor de periodista que es muy realista, y que, además, es interpretado por Martín Caparrós, un tipo que sabe de eso. ¿Hay una idea fiel al libro? Y se muestra toda la tarea de investigación que implicó el libro para contar la historia de Mariano Ferreyra de manera amplia, como se merece. 

– El personaje de Andrés Oviedo, que interpreta Martín Caparrós, fue desarrollado para la película trabajando sobre algunos relatos de Diego Rojas y de otros periodistas sobre su labor en los medios de esa época. Intentamos, con ese personaje, introducir el debate sobre el rol de los medios y el trabajo periodístico, tomando también como fuerte referencia los trabajos de Rodolfo Walsh. Esta línea de ficción es uno de los principales agregados de la película respecto del libro, en cuanto a la reconstrucción, las entrevistas y la estructura es bastante fiel al libro de Diego.

– Y, a propósito del material de archivo, ¿había material? ¿O tuvieron que reconstruir mucho desde las ficciones recreadas?

– Si bien hay bastante material de archivo y de distintas procedencias (de medios, de cámaras de seguridad, de filmaciones de la policía), hay huecos temporales en momentos claves. Esto no es casual, ya que, por ejemplo, las cámaras de la policía se cortan adrede en el momento del ataque de la patota a los trabajadores tercerizados y a las organizaciones que los estaban apoyando. Por eso decidimos trabajar con la recreación, para poder establecer con mayor claridad la línea temporal de lo que sucedió aquel día que terminó con el asesinato de Mariano Ferreyra.

– Parece que en todo hay un compromiso muy fuerte de cada una y uno de quienes participan en el film. Un compromiso con la verdad y con una afinidad total en la humanidad de Mariano. ¿Lo ves así? Cada testimonio de familia y amigxs conmueve en cercanía y lamento por la enorme pérdida. Aportando al material un valioso relieve del mundo social en la vida de Mariano. ¿Cómo fue ese trabajo?

– Fue posible hacer la película justamente por ese compromiso con la causa de justicia por Mariano. Mucha gente, sin haberlo conocido, colaboró con la película por el impacto que produjo el asesinato de un joven que defendía una causa justa. Pero también existió un compromiso muy fuerte por dejar testimonio de parte de su familia, compañeros y amigos de Mariano, en quienes, evidentemente, dejó una marca que excede a su militancia política y que tiene que ver con su calidez humana. Eso lo fuimos descubriendo al hablar con ellos, e intentamos que quede reflejado en la película de la mejor manera posible. 

– ¿Que te reveló trabajar en este hecho? ¿Qué aprendiste de todo ese recorrido?

– Creo que toda la experiencia fue un curso acelerado sobre el nefasto rol que juega la burocracia sindical para los trabajadores en nuestro país. Si bien es algo sobre lo que ya tenía una opinión, es muy distinto vivirlo de tan cerca y comprenderlo en toda su profundidad. Fue muy emocionante compartir la enorme solidaridad que produjo la lucha por justicia, y creo, sin dudas, que significó una bisagra para muchos. También fue un gran aprendizaje en el hacer cinematográfico, fue una experiencia muy amplia y condensada en el tiempo de dirección para alguien que recién estaba empezando. Desde esa experiencia, se abrió un mundo de posibilidades en el cine para mí.

– ¿Cómo fue el trabajo de adaptación del guión, trabajando a la par de Diego? Se ve que hubo un gran trabajo allí. Muy fluido.

– Fue clave la existencia del libro de Diego Rojas para la película y el hecho de que estuviera escrito en un tiempo récord. Incluso, antes de que estuviera publicado, empezamos a trabajar junto a Alberto Romero, Julián Morcillo y el propio Diego en la adaptación. Fue un trabajo intenso, sobre todo en cuanto a la investigación periodística de la trama política detrás del asesinato, que era lo más difícil de adaptar al cine. 

– La “peli” ha recibido premios y nominaciones. ¿Están contentos con el recorrido del film?

– Estamos muy conformes con el recorrido de la película, no sólo en términos de festivales, sino, sobre todo, en el recorrido que hizo por las salas en muchos puntos del país, y luego por las distintas plataformas online donde la película está subida, por lo que sigue circulando. En las salas llegó a hacer casi 10.000 espectadores. Es un número muy importante para una película documental. Tratamos de acompañar las proyecciones siempre que nos fuera posible, y eso fue muy interesante en el encuentro y el debate con los espectadores.

– ¿Qué te interesa dejar con esta película?

– El primer interés de la película era aportar nuestro granito de arena a la lucha por justicia por el asesinato de Mariano. Por eso hicimos un gran esfuerzo por llegar a terminarla antes de la sentencia del juicio, para ayudar a reponer en la agenda pública el caso. Más allá de eso, creo que la película queda como un testimonio de un hecho que conmovió a la sociedad argentina. Y si, además, logramos conmover a los espectadores de la película y a partir de eso acercarlos a la lucha por terminar con un sistema basado en la explotación de la clase trabajadora, yo me considero más que satisfecho.

– ¿Es una historia de militancia política de izquierdas?

– Eso sería un campo infinito, creo. Pero sí, es la historia de un militante de izquierda y de cómo fue asesinado por luchar por lo que creía justo. En ese sentido puede encontrarse un hilo entre su historia y la militancia de izquierda.

– Consideramos que es una “peli” para el debate social, ojalá podamos hacerlo cuando pase el COVID-19. ¿Has dado charlas y debates acerca de todo lo que expone el film y la historia narrada?

– Ojalá la pandemia lo permita pronto, y yo estoy más que dispuesto a encontrarnos en una proyección de la película. En estos años hicimos incontables charlas y ninguna es igual a la otra; siempre hay algún matiz o algo que seguir pensando, así que disfrutamos mucho de esos eventos.

Ojalá podamos vernos y ver y charlar ese film tan honrado y humanista y nos veamos en esa pantalla, aquí en Lincoln. De todas maneras, compartimos el Ciclo RED de Cine Argentino Online, que presenta “¿Quién mató a Mariano Ferreyra?, de Alejandro Rath (CdC) y Julián Morcillo (Doca). El documental se podrá ver gratis en la videoteca del Colectivo de Cineastas.

Link película:

https://www.colectivodecineastas.com/quien-mato-a-mariano-ferreyra

“Un disco es una época”. Coincidimos con Aitor Graña, primo de Mariano y músico que llenó de melodía el hecho. La vida es música y con esta propuesta artística queda ejemplificado. Con la articulación de “FM La Tribu”, que siempre está en el 88.7 y en https://fmlatribu.com/grilla/

Con Calican Records y Correpi (coordinadora contra la represión policial e institucional).

Un disco para escuchar cantidad de veces.

Ahí va un link para que conozcan un poco de este proyecto de “FM La Tribu” y la palabra de Aitor Graña.

Y, luego, el disco full álbum para darle play:

Cuerpo.

¡Basta! como grito de lucha.

Canciones a partir del asesinato de Mariano Ferreyra.

Un libro, una película y un disco. Porque Mariano Ferreyra nos deja su legado de lucha. Por un lugar mejor. En serio.

“…Pobre asesino que no asesina

No hay vida muerta si se camina

Si la memoria se multiplica…”.

Tapa del Libro “Quién mató a Facundo Ferreyra”.
Afiche del film.

Por Ezequiel Tujague, cronista y periodista linqueño.

Volver al botón superior