Tom Lupo por Tujague, un bohemio para otro
-José, ¿cómo estás?
– ¡“Tutu”, querido! Todo bien.
– Che, ¿puedo pasar a saludar por la radio?
– ¿Cuándo, ¿cuándo?
– El jueves.
– Ok.
Siempre los jueves. Salida que cultivé desde que sentí a esa ciudad capital y feroz como una parte intrínseca más de mí.
“Invitame”, le decía a José León Pace, productor radial en Radio Del Plata. Durante la semana operaba y producía el programa nocturno “Pez Náufrago”.
– ¿Querés venirte ahora? Estoy hasta las 12:00. En Palermo.
– ¡Esaaaaa! Sí, sí. De una. Después tomamos algo…
Siempre mediado por un trago en aquella época. Siempre, de alguna manera, buscando combustible. Siempre buscando. Lo fui y lo sigo siendo: un buscador y provocador de historias.
– ¿Estás ahí?
– Sí, en la radio. Barrio Palermo.
-Ok. ¿Cómo es la dirección?
-Gorriti 5.963. ¿Llegás bien?
– ¡Sí!, pará que anotó. ¿Está Lupo?
– Sí, de 23:00 a 24:00.
-Ok. Ahí salgo. ¿Cómo me anuncio?
– ¿Estás lejos?
– No, no. En Las Cajitas.
– Me venís a ver a mí, decí.
– Ok, José. ¿Vos te volvés en taxi?
– Sí.
– Nos volvemos juntos. Ahí voy. Llevo un poema de regalo…
Ese diálogo es un chat de Messenger. Literal.
Es 23 de abril del 2013. Jueves.
Esa noche lo vi a Tom.
¿Qué iba a llevar, si no poesía? Seguramente apuré alguna bebida, el fondo de un vino y un par de líneas, y salí en busca del hombre que decía el poema, cuidadoso de la palabra. Cargué en el bolsillo de la campera una edición de cartón de “Eloísa Cartonera” con “Llamado a los malos poetas”, de Rodolfo Fogwill. Poema que había descubierto y que gritaba y agitaba como propio, casi. Ese poema llamaba. Convocaba la poesía desde las más profundas sensibilidades humanas. A todes. A decir.
Recuerdo algunas pocas cosas de ese encuentro eterno, imborrable… Y que aquí convoco en este repensar lo vivido. Lo andado en búsquedas personales permanentes. Arrojado al encuentro.
Llego a la radio y voy a la par de José León que maneja y opera el programa. Tom no ha llegado aún.
Y no recuerdo cómo fue eso. Sí recuerdo que le di el libro y que lo agradeció sorpresivo. Alegre por esa edición de cartón.
Se lo dediqué y tampoco recuerdo qué le puse, pero supongamos: “Querido Tom, por la poesía siempre. Sé que charlamos de algo vulgar, de su llegada en auto a la radio, y de Lincoln tal vez. Y ya el “Lobo” asumía el mando del programa. Con la compañía de Gabriela Borrelli Azara, una poetisa que lo secundaba con gran calidad y chispa poética. No cualquiera se sienta al lado del gran “Lobo-Pez”.
Ella nadaba en aguas con corrientes a su favor. La dupla reía y se completaba con el manejo de la puesta en el armador José León Pace.
Y ahí está Tom y su voz inconfundible. Su pelo negro peinado. Su chaqueta negra de cuero rock. Está haciendo, como todos los días de la semana, lo que más le gusta: leyendo poesía, interpretando, puliendo el lenguaje, en un estudio de radio AM. Ahí estoy yo, mirando y escuchando.
Esa noche fui feliz. Me embriagué de poesía en esa hora letal con Tom y luego me crucé al bar de enfrente para, sin darme cuenta, continuar la embriaguez. Me apoyé en la barra hasta quedar sin dinero. Y, luego, la impronta capitalina para que aparezca un alumno de tenis de Pilar a convidar el último trago. Y no, precisamente, para ver mejor.
Vi mucho mediado por el alcohol en aquellas andanzas. Pero mi humanidad entera sabía que las búsquedas eran intensas y genuinas. No andaba por el alcohol. Andaba a pesar de él. Agarraba las monedas y salía. Sólo. Con mis dosis de entusiasmo en busca de la noche, donde sucedía la bohemia. Lo que quedaba de ella. Lo que no sucede de día. Usted me entiende. Y lo inesperado. Los finales en cualquier barrio.
Los bares y las movidas culturales. Se me iba la vida ahí. Vagar y volver eterno ese momento.
No me arrepiento de nada.
Bah, de algunas cosas sí.
A José le volví a escribir por el Messenger al mes:
-Gracias por aquella noche, y si tenés algún proyecto periodístico podríamos hacer una prueba, a ver si estoy a la altura. Me gustaría hacer cosas. Lo que sea.
Una declaración que, leída hoy, me consuela un poco. Algo busqué. Bastante. Pero los medios en Capital son todo un tema. En Capital hay mucha gente. Y eso de que Dios atiende ahí. En fin…
El 11 de septiembre de 2015 le vuelvo a escribir a José. Y le pregunto si está haciendo radio. Le pregunto por el “Pez Náufrago”.
Esta semana le volví a escribir a José para buscar consuelo por la partida de Tom Lupo, el pasado lunes 5 de mayo. El “Lobo” no se recuperó de un accidente absurdo, cinco años atrás.
El lunes 12 voy a la radio y dedico, humildemente, pero de manera ferviente, en el programa de “La Vitrola tango” al entrañable Tom. Lo llamo al aire a José León, que me dice:
-Tengo tu imagen parado en el control al lado mío y haciendo el programa juntos. Lo disfruté muchísimo. Yo estaba como productor general de Radio Del Plata y me llama el director de la radio para ver si me interesaba hacer Tom Lupo. Porque te preguntan para ver si el programa tiene la misma onda y química que tenés vos. Y yo a Tom lo tenía muy arriba, en el lugar donde estaba, pero tenía una imagen de él de un tipo serio, malo, con cara de enojado. Y dije: “Bueno, dale, lo intentamos”. Me pasa el teléfono de Tom y coordinamos una reunión. Lo llamo y me dice: “Quiero hacer un programa de poesía, no tanto de rock. Ahí me pareció raro, porque a Tom lo tenía ligado al rock, a Submarino Amarillo, que era su viejo programa. Y a los dos minutos ya se me había caído la imagen de hombre serio, de gruñón. Me encontré con el tipo más gentil, más fabuloso. Uno de los tipos más profesionales con los que me tocó laburar. En el ‘Pez Náufrago’ estuvimos al aire cuatro años. Fue un desafío enorme. Pasar poesía y tener o sostener una audiencia masiva era un gran desafío. Y lo logramos. Hasta ese 20 de julio, cuando Tom tiene ese accidente. Ahí, el ‘Pez’ se apagó junto a Tom. El ‘Pez Náufrago’ era Tom.
Esa noche del accidente, José León se había bajado del auto un par de cuadras antes, en la esquina de su casa. Al otro día, a escasas horas de esa despedida, José León toma un taxi para la radio y ve en avenida Del Libertador un Palio volcado sin imaginar que era el auto del “Pez” aquél. Esa mañana fue diferente. Crónica TV mostraba las noticias. Él y el equipo no querían ni podían creer. Fue la peor mañana de radio. Horrible.
¿Por dónde o cómo acercar a las generaciones nuevas a la voz de Tom Lupo? Le pregunto en el aire de la radio local.
– Les digo a las generaciones nuevas que se acerquen a Tom a través del primer Tom. Al Tom rockero. Porque hay diferentes etapas. Ese primer Tom, con su generosidad, le dio lugar en sus programas a bandas como Sumo, Los Redondos, Los Abuelos de la Nada, Soda Stereo, Virus y más. Ese programa fue un lugar fundacional para el rock post dictadura militar, en esos albores de la democracia. Junto a las publicaciones de la época que les daban lugar a las nuevas plumas. Tom estaba ahí. Ahí estaba el germen de lo que luego explotaría con su difusión de poesías. Ese rock tenía mucha poesía y Tom era parte de esa escena. Él estaba ahí presente y le daba igual importancia a un Fanzine que a un libro. Un tipo súper generoso.
Tom Lupo nos deja su voz puesta en las palabras andantes.
Nos deja miles de entrevistas y muchísimos programas radiales.
A mí me deja la sabiduría de esos maestros que uno elige en la vida porque descubre en ellos la palabra justa. Un hacer de exponentes de una escena que ya no existe. Y la reinvención siempre. Tipos sencillos. Cargados de capital cultural. Que cuidan la palabra para alimentar la imaginación. Viajar con la imaginación.
“La razón de ser no ha sido descubierta”, tiraba en alguna charla, trayendo a Antonin Artaud. Que lo salva de cómo hay que desenvolverse en la vida.
Buen viaje, Tom.