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Un grupo de liqueños armó un proyecto cultural que apunta a fomentar el arte en el distrito y la región

Los creadores de esta iniciativa son cuatro, y muy conocidos en Lincoln. En ese marco, en su aparición en las redes sociales contaron de qué se trata esta proyección local denominado “La cocina compañía artística itinerante” y en qué etapa están en su desarrollo de invención.

Un grupo de linqueños presentó hace apenas unos días en sus redes sociales un proyecto local que busca fomentar el arte local y de la región mediante una iniciativa realmente original. En detalle, con el nombre “La cocina compañía artística itinerante”, este equipo tiene en mente construir un escenario móvil (un camión) para recorrer las localidades del Distrito y la región con propuestas de talleres y eventos artísticos, para poder, mediante esta idea, potenciar y visualizar distintos tipos de invenciones.

En ese marco, en uno de los conceptos que expresan en la presentación de este proyecto, puntualizan en relación a sus objetivos: “Pensamos en ir transformando un viejo camión en un teatro que anda. Un teatro en el que quepan todas las disciplinas artísticas, en forma de talleres, espectáculos, recitales y kermeses. Un teatro que abarque todo el ancho de La Pampa y de nuestros sueños”.

El grupo está formado por artistas linqueños de distintas ramas de la creación. Ellos son el poeta y músico Ludovico Fonda; el periodista (radial y gráfico) Ezequiel Tujague; el artista plástico Agustín Luisi, y el gran mago del teatro de títeres, Manuel Mansilla, todos ellos divulgadores del arte local de distintas maneras y mediante distintos soportes.

En ese contexto, en el Facebook que han creado (“La cocina compañía artística itinerante”), en una de sus primeras publicaciones, cuentan de qué se trata este nuevo proyecto, en lo que es un relato que explica con emociones y detalles cómo han empezado y en qué etapa de esta propuesta se encuentran en el presente.

Así en principio, la publicación expresa: “A mediados de 2019, Ezequiel Tujague, Agustín Luisi, Manuel Mansilla y Ludovico Fonda empezamos a juntarnos, una vez por mes, con el plan de compartir una comida e intercambiar materiales y opiniones sobre arte y cultura en general. A esa reunión mensual, a ese encuentro pleno de alegría y entusiasmo por convidarnos cosas que hacemos por puro gusto del corazón, le llamamos, simplemente, ‘La Cocina’. Por supuesto, con el correr de los encuentros y el compartir de libros, dibujos, músicas, fotografías, películas, títeres y un largo etc., las ideas y deseos de proyectos propios empezaron a surgir”.

Y continúa: “Muchas propuestas pujando por ser escuchadas empezaron a agolparse, antes, durante y después de comer. Horas y horas de acaloradas charlas en las que cada uno proponía caminos, modos, conductas, sueños, formas de construcción; cada cual desde su óptica, por supuesto, según su oficio y sensibilidad, pero los cuatro hermanados en la voluntad de hacer algo juntos. Así fue como un día, una idea, tan sencilla y práctica como hermosa a la vez, se hizo palabra y deseo concreto: construir un escenario itinerante, para poder llevar todas nuestras propuestas allá donde alguien nos espere con ganas de hacer un taller de cuentos o dibujo, ver una obra de teatro o títeres, escuchar una guitarra, pintar un mural, o participar de un programa de radio abierto a la comunidad; o jugar en una kermese criolla”.

Y agrega: “Un escenario itinerante para andar con todos los sueños a cuestas, para llenarlos de sentido, y realidad, en el supremo acto dador de vida que es el compartir. En un principio pensamos en un carro. Cualquier carro, cualquiera que mínimamente tuviera unas medidas y resistencia acordes para transformarse en escenario. Estuvimos a la búsqueda durante meses, pero ningún hallazgo nos complacía del todo. Hasta que el 20 de junio pasado, después de un almuerzo, salimos a caminar por el barrio Los Aromos, de la ciudad de Lincoln y, preguntando por un carro al encargado de un galpón rodeados de casillas y maquinarias, nos encontramos con lo que sería, para nosotros, una revelación. El muchacho nos dijo que carro no, que no tenía, pero que qué nos parecía aquel camión que se arrumbaba bajo unos sauces: un viejo y hermoso Ford 600, modelo 1966.                                                                       ¿Que qué nos parecía? ¡Nos parecía maravilloso! Y, para que la revelación fuera total, al consultar por el precio, resultó más que accesible, incluso para nuestros famélicos bolsillos… ¡Eureka! El 29 de junio firmábamos el boleto de compra-venta y el camión era nuestro. Así fue como un camión entraba en ‘La Cocina’ y los sueños se echaban andar con él como estandarte y condensación de todas nuestras ideas”.

Luego, el escrito prosigue con el siguiente concepto: “Desde entonces, cada sábado por la mañana nos juntamos en el galpón de un amigo, en las afueras del pueblo, para ir transformando ese viejo camión en un teatro que anda. Un teatro en el que quepan todas las disciplinas artísticas, en forma de talleres, espectáculos, recitales y kermeses. Un teatro que abarque todo el ancho de La Pampa y de nuestros sueños”.

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